Desmitificando el MUNDO MÁGICO de las plantas

Mar Deneb

¿Quién no ha escuchado hablar, especialmente cuando niños, de gnomos, duendes y hadas? ¿Quién no los ha relegado, tras la natural fascinación durante la infancia ante estos seres etéreos, a un plano de leyenda y cuentos tradicionales?

La ciencia no se ha atrevido nunca a hincarle el diente a un tema tan asociado con la fábula y la supuesta imaginación desenfrenada del pueblo. Recientes estudios arrojan luz con un nuevo enfoque sobre el perfecto funcionamiento biológico de un árbol y la energía sutil que lo subyace.

Piensa por un momento en ese árbol que hay plantado desde hace años en tu calle. ¿Te has planteado alguna vez cómo crece? ¿Has observado cómo cada primavera rebrota ofreciendo sus flores y su belleza en toda su magnitud? ¿Acaso no es un organismo vivo que se autorregula y sabe en cada momento qué hacer con cada fragmento de sus ramas, de su tronco o de sus raíces, cómo ha de funcionar su fisiología?

Todos los pueblos y tradiciones, sin excepción, cuentan en su haber con un buen surtido de entes asociados a la naturaleza y envueltos en un halo de fantasía y misticismo.

Cientos de cuentos -la sabiduría ancestral transmitida de generación en generación- nos relatan sobre ellos desde nuestra más tierna infancia: enriquecen nuestra entelequia y acompañan nuestros pasos cuando niños.

Existe todo un mundo de figuras intangibles relacionadas con las plantas, los animales, las fuerzas de la naturaleza o la tierra y los minerales: ondinas, faunos, hadas, elfos, duendes, gnomos y sirenas. Hay multitud de literatura al respecto, para todo el que quiera profundizar sobre ellos.

Ya Paracelso, médico y alquimista suizo y padre de la Medicina, en el siglo XVI nos hablaba de ellos en uno de sus tratados, realizando una minuciosa clasificación y descripción. Incluso desde tiempos remotos, filósofos como Demócrito o Anaxágoras describían a las plantas como seres con alma.

El folclore ha dado en llamar a estos seres energéticos -aparentemente ocultos a la visión adaptada a la tercera dimensión del hombre- con esta variada nomenclatura, que hoy en día se engloban de una manera más general dentro de los llamados elementales, por estar asociados a los cuatro elementos primarios: tierra, agua, aire y fuego.

Ante todo, existe cierto desconocimiento sobre ello y, o crea numerosos adictos al mundo esotérico asociado, o genera igualmente gran cantidad de detractores que rechazan de pleno su existencia y, por tanto, la posibilidad de estudiarlos de forma coherente y con una mente libre de prejuicios de una tradición ancestral.

INTELIGENCIA VEGETAL

Mar Deneb

Las plantas reaccionan a multitud de estímulos externos e internos, eso es manifiesto. Ahora bien, la interpretación antropocéntrica que hagamos de ello bien podría ser arbitraria.

Hoy en día, existen neurobiólogos e investigadores que han demostrado la increíble capacidad sensitiva de las plantas, y cómo en un bosque, la multitud de redes radiculares bajo tierra forma un entramado de comunicación, semejante a los impulsos eléctricos de nuestras neuronas. No son exactamente neuronas las células que se asientan en los extremos de sus raíces -y en gran parte de la planta-, pero se comportan como tal, transmitiendo información de unas plantas a otras, cual bosque enigmático de un mundo fantasioso avatárico.

Hasta se está cuestionando el concepto invariable de la sesilidad (sedentarismo) del reino vegetal. ¿Realmente permanecen estáticas a lo largo de su vida? Hay estudios que demuestran que esto no es del todo así. ¿Cuál ha sido la causa, pues, de nuestro desconocimiento hasta ahora? Que hombre y árbol viven a distintas velocidades, y el ojo humano no es capaz de percibir el movimiento tan extremadamente lento del vegetal. Pero la tecnología de hoy nos muestra bellas imágenes en las que, gracias a esas fantásticas cámaras rápidas, podemos ver en movimiento -tan pausado como sutil, pero certero y claramente conducido- hojas, brotes, flores o ramas que siguen un movimiento bien trazado y diseñado.

Hay igualmente experimentos que demuestran que un árbol atacado por un insecto virulento puede llegar a alertar a otros de su misma especie a kilómetros de distancia, a través de la emisión de ciertas moléculas volátiles que se expanden por el aire.

Si un depredador de sus hojas se convierte en una amenaza para la población de su especie, estos seres arbóreos subirán su nivel de taninos en dichas hojas para envenenarlo, regulando así el exceso de predación con el fin de restablecer un equilibrio ecológico en el ecosistema al que ambos pertenecen.

Un ejemplar de girasol que crece de forma aislada no tendrá las mismas capacidades de reacción y adaptación que los que se hayan desarrollado en grupo. En estas cámaras rápidas se ha llegado a observar cómo en los principios de crecimiento de retoños vegetales, estos juegan entre ellos, a la vez que aprenden; vivencias y aprendizaje que les falta a aquel ejemplar aislado.

Tan increíbles descubrimientos nos hacen equiparar al reino vegetal, supuestamente inferior, al de los animales, incluso en esta característica tan propia de los animales superiores, especialmente los mamíferos, en cuyo comportamiento aprendido es fundamental el juego.

¿Y sabías que existen indicios de cuidados parentales o de altruismo en un árbol, al ceder parte de su savia a otro recién nacido, para facilitar su cuidado y crecimiento? En un estudio sobre un gran abeto del Canadá al que se aisló del agua a través de sus raíces, pudo observarse cómo los abetos de alrededor estuvieron manteniéndolo durante años, transmitiéndole sus nutrientes, para que no pereciese.

Otros experimentos nos cuentan -midiendo con aparatos tecnológicos los gradientes de la resistencia eléctrica de una planta-, cómo ésta puede reaccionar de forma estresante ante una persona que se acerque con intención de quemar sus hojas. ¿Tienen sentimientos o nos leen el pensamiento?

Igualmente, parecen reaccionar ante emociones e intenciones positivas o negativas de varios emisores de prueba dirigidas hacia la planta, aumentando o disminuyendo su campo de energía según el caso.

Estas evidencias y otras muchas -como que los seres vegetales tienen, no sólo cinco, sino muchos más sentidos para captar muy diversos factores ambientales, o que las plantas duermen de forma parecida a los animales- están llevando a concluir a muchos investigadores que, tras esta complejidad organizada, subyace una inteligencia de la que aún nos queda mucho por descubrir.

LA TIERRA COMO ORGANISMO VIVO

Mar Deneb

Es habitual que el hombre, cuando ignora las leyes que habitan tras un fenómeno natural, le coloque la etiqueta de fenómeno mágico o para-científico. No obstante, el recorrido de la ciencia no es más que el descubrimiento continuado de aquello que se oculta tras tales calificativos.

Existe un considerable rechazo por parte de la llamada comunidad científica, élite auto-proclamada descubridora oficial de cualquier teoría o avance científico, a las voces de nuevos científicos poco o nada encorsetados en los arraigados paradigmas a la usanza y que, gracias a este increíble mundo globalizado, están elevándose y llegando a cualquier rincón del planeta abierto a sus hipótesis y experimentos.

Tal fue el caso de James Lovelock, postulador de la Hipótesis Gaia, hace ya más de 30 años, y que en la actualidad, al ser demostrada científicamente, se ha convertido en teoría (Ver “Un Paseo por Gaia”).

Lo esencial que aquí nos interesa recalcar de dicha teoría es que nuestro querido planeta es concebido como un gigantesco organismo auto-regulable y cuidadosamente organizado y equilibrado que crea sus propias condiciones ideales para mantener su estructura geofísica y toda la vida que habita en él.

¿Será que los dioses del Olimpo, y entre ellos la diosa Gea (Gaia) forman parte de una mitología nada ficticia? ¿Y quién mueve, entonces, los hilos de tan mágico proceso de la existencia de los complejos seres vivos? ¿El azar? ¿Una probabilidad matemática?

LOS ESPÍRITUS DE LAS PLANTAS Y LA NATURALEZA

Espíritus de la Naturaleza

Desconocemos un 90% del funcionamiento real de estos seres vivos verdes que nos posibilitan aire, comida, medicamentos y energía. Por otro lado, si extrapolamos la mencionada teoría Gaia a cualquier ser viviente, esto nos hace preguntarnos qué tipo de inteligencia controla tan complejos mecanismos sensibles.

¿Se atreverá algún día la ciencia a buscar formas empíricas de demostrar y, por tanto, asociar tan hermoso entramado de vida en cada árbol o en cada animal con aquellos pequeños seres míticos que forman parte del bagaje cultural y sabio de toda cultura humana?

¿Con quiénes se comunicaban los indios norteamericanos cuando hablaban con el espíritu del águila, del lobo o del bisonte? ¿Por qué todas las culturas han tendido siempre a personalizar a los seres vivos que nos acompañan, y hasta los no vivos, como las montañas, los ríos o las rocas?

¿Serán los seres elementales los responsables de tan sofisticada organización, de esta inteligencia que apenas el hombre con su precaria ciencia comienza a evidenciar en las plantas, y del efecto de las propiedades medicinales que hay en miles de especies del mundo vegetal?

Ya hay descubrimientos fehacientes de que lo que puede llegar a curar de una planta, más que sus componentes físicos o químicos, son sus cualidades vibracionales.

Todo es energía, todo es onda, todo es vibración; hace decenas de años que la física cuántica lo corrobora una y otra vez. Y una de las antiguas creencias es que el elemental es el que insufla su energía a la planta para que ésta adquiera sus propiedades terapéuticas.

¿Magia? ¿Tradición?

Estamos en una época en la que la humanidad está más cerca que nunca de reconciliar mundos tan dispares como el feérico y el científico, el místico y el experimental, el esotérico y el empírico.

Sin querer y siguiendo hasta ahora cada uno sus caminos paralelos pero distantes, comienza un acercamiento, o quizá más un retorno del hombre racional a sus orígenes ancestrales a los que un día perteneció, en un acto de reconciliación con la Madre Tierra y todos sus Moradores…

Mar Deneb
«La vida en sí es el más maravilloso cuento de hadas«. Hans Christian Andersen

FUENTES

  • “GAIA, UNA NUEVA VISIÓN DE LA VIDA SOBRE LA TIERRA”. James Ephraim Lovelock. 1985. Ediciones Orbis.
  • “EL EXPERIMENTO DE LA INTENCIÓN”. Lynne McTaggart. 2007. Editorial Sirio.
  • “SENSIBILIDAD E INTELIGENCIA EN EL MUNDO VEGETAL”. Stéfano Mancuso y Alessandra Viola. 2015. Editorial Galaxia Gutenberg.

Mar Deneb es bióloga y escritora. Fue Directora Técnica del Proyecto P.R.U.G. (Plan Rector de Uso y Gestión) del Parque Natural Bahía de Cádiz. Trabajó igualmente como bióloga en el Proyecto P.R.U.G. del Parque Natural Barbate y en el Proyecto Generación y Captura de Datos de los Subsistemas de Relieve y Uso del Programa S.I.N.A.M.B.A. (Sistema de Información Ambiental de Andalucía), todos Proyectos de la Agencia de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.

© Reservados todos los derechos

*Artículo publicado en la sección de Ciencia de la Revista Cultural Athalía y Cía. Magazine nº 2 (Invierno 2016).

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4 comentarios sobre “Desmitificando el MUNDO MÁGICO de las plantas

    1. Me alegro de que te guste, Shim, muchas gracias. Creemos saber mucho, pero hay tanto por descubrir sobre ese mundo, como dices, tan poco conocido de las plantas…
      Ojalá algún día, no muy lejano, el hombre acerque ambas visiones de la misma realidad: la mágica y supuestamente mítica del inconsciente colectivo sobre nuestros amigos elementales y la de los avances de la ciencia en esta nueva «etología» (comportamiento) vegetal.

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  1. Muchas gracias, Gladys.
    Ciertamente, es un tema apasionante, si uno abre un poco la mente y deja a un lado prejuicios y reticencias.
    Lo que vivías desde niña no es más que esa conexión sutil que todos en el fondo de nuestra esencia tenemos con la Madre Naturaleza, aunque más o menos dormida, por habernos alejado y olvidado que pertenecemos a ella desde siempre.

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